jueves, febrero 22, 2007

Malinalco donde el paraiso quedó grabado.

Me quiero enfocar ahora, en el convento que se encuentra en Malinalco, Estado de México. Pues es tal la belleza de este edificio del siglo XVI (fundado en 1540), que vale la pena dedicarle una entrada completa. Mencionaré algunos aspectos que acaecieron en ese momento a manera de colocar al leector en esa época, y trataré de no ahondar en detalles sobre su historia ni construcción, sino dejaré que las imágenes hablen por sí solas.
Los malinalcas se enfrentaron a 80 peones y 10 de a caballo al mando de
Andrés de Tapia, reforzado por indígenas de Cuernavaca, y aunque resisitieron al refugiarse en la cima del cerro, donde los caballos no tenían acceso, días después prometieron obediencia a Cortés.
Son los agustinos quienes se encargan de la evangelización de Malinalco hacia 1540, y con el trabajo indígena se construye el convento que entonces era llamado De San Cristobal, quien era el benefactor y encargado de la encomienda (un grupo de indígenas a cargo de un encomendero). Ahora se le conoce como Divino Salvador.
Su fachada es de estilo "Plateresco" (que es un estilo de construcción que imitaba a los arquitectos italianos del siglo XVI). El interior del templo es muy sobrio, consta de una bóveda de cañón corrido y una nave en forma de cruz latina. A un costado del templo se encuentra la capilla abierta que consta de 7 arcos de medio punto. Del lado exterior se ven medallones a lo largo del friso. En el interior se aprecia una bóveda de cañón corrido con
pintura mural y las imágenes de los frailes fundadores en cada una. Aquí está la entrada al claustro.
Ésta es lo más interesante de este recinto, pues cuenta con una variada pintura mural donde se puede apreciar la fusión de la idea española y las decayentes ideas indígenas. Fue trabajado por tlacuilos (artesano indígena que pintaba códices y murales) que eran instruidos por los españoles. La parte inferior del claustro de 1560 que es la que se puede visitar, y pertenece a una étapa constructiva anterior a la superior (1580). A lo largo del pasillo se pueden admirar varios murales que en conjunto son una alusión al Paraíso de Adán y Eva. Se ve un jardín donde lleno de plantas y árboles curativos, el árbol de la vida que crece junto a un "zapote", intercalados con medallones que aluden a María, Jesús y por supuesto a los Agustinos. Estas imágenes son testigos de la reticencia de las ideas indígenas a ser absorvidas completamente por las españolas. Es interesante ver tantos rasgos mexicanos en estos murales, como ejemplo está la flor de 4 pétalos, que era un símbolo solar, tlacuaches y monos que cuelgan de las ramas de los árboles, plantas psicotrópicas, águilas y nopales. A continuación expongo varias imágenes de los murales.
Un ave que se alimenta de suelo. Se ve un árbol como con uvas y otra ave que posada sobre una rama. Todos elementos del paraíso.


Un conejo, (tochtli) representación lunar, que come de los frutos del paraíso.
Nopales y cactáceas como símbolos indígenas que se incorporan a la visión cristiana del paraíso.

Una muestra del trabajo de los Tlacuilos. Mater Dolorosa, se encuentra al pie de las escalinatas que llevan al claustro alto, que por el momento se encuentra cerrado al público.

Gracias a los trabajos de restauración que se han hecho ultimamente, se puede disfrutar del esfuerzo de los tlacuilos y la combinación de ideas de dos mundos. Los murales ahora se encuentran en un estado perfecto para enfrentar los embates de los años venideros. Malinalco es un lugar donde no sólo se puede admirar éstas dos piezas arquitectónicas de distintas épocas, sino también se goza una atmósfera tranquila. A sólo unas horas de aquí, vale la pena visitarlo cualquier fin de semana.

jueves, febrero 15, 2007

La piedra con piedra se talla.

La riqueza de nuestro país es clara en lugares como playas, bosques, zonas arqueológicas, sierras, etc. Éso lo pone en un lugar de competencia con muchos otros países que cuentan con las mismas atracciones. Estos lugares son de belleza inigualable, también los hay únicos dentro de su propio género. La belleza mexicana queda clara en dos lugares en el Estado de México con semejanza a otros por sus características de construcción. Uno de ellos es el cerro del Tecutzingo (del cual ya hablé, julio 12 2006), el otro se encuentra a 125 m sobre el nivel de la población y se llama "Malinalco". Este último queda como testimonio de la época del pueblo del Sol y es una muestra importantísima de su habilidad astro-arquitectónica. El recorrido deja en claro que nuestro país aún conserva tradiciones que al paso del tiempo se siguen renovando y que surgieron de la combinación de las ideas prehispánicas y las europeas. Un claro ejemplo es "El Rincón de San Miguel". Visitado en el mes de agosto por la gente oriunda es usado para celebraciones en honor a San Miguel Arcángel. En época prehispánica fue importante por la existencia de un manantial que aún abastece a la población de Malinalco y se usa para el riego. Hay restos de basamentos piramidales (entiéndase que en México no existen las pirámides como tales) y tal vez se adoraba a "Tlaloc". Mientras subimos no por la escalinata tallada del cerro que originalmente conducía a la cima y que hoy está en desuso para su conservación, les contaré a grosso modo la historia de Malinalco.
Ahuízotl, uno de los más grandes Huey Tlatoani de la gran Tenochtitlán, llevó las huestes militares aztecas más allá de los confines de la isla tenochca.
Poco a poco los pueblos aledaños fueron sometidos al poder azteca. Malinalco se manda construir por Ahuízotl a principios del año 1501. Ahí los guerreros "Cuauhtli" y "Ocelotl", ambos selectos grupos militares, eran iniciados en prácticas bélico-religiosas.
La estructura más imponente es el "Cuauhcalli" o "Casa del Águila" ave que representa al sol. El edificio que fue esculpido del cerro mismo, es resguardado por dos ocelotes, símbolos imperiales aztecas, en posición sedente a cada lado de la escalinata y en medio de éstos lo que pudo haber sido un portaestandarte. Arriba se ven dos pedestales que se posan al lado de las fauces de Tlaltecutli "Monstruo de la Tierra".

El primero de éstos (derecha) tiene forma de serpiente y sus escamas como flechas son una alusión a la guerra. El otro es un "Huéhuetl" o tambor forrado en piel de jaguar. Ambos pedestales tenían figuras humanas en su cima. Una lengua bífida conduce al interior del templo. En él, con alas extendidas, se ven dos águilas una frente a la otra, y un ocelotl en medio, todos descansan sobre una banqueta circular. En el piso justo enfrente del ocelotl hay otra águila sin las alas extendidas. Ésta posee una oquedad en el centro donde seguramente se depositaban autosacrificios. Cabe destacar que este recinto está ubicado hacia el sur del cielo, lo cual da un ejemplo de la presición astro-arquitectónica de muchos de los grandes edificios prehispánicos en Mesoamérica, pues el águila y el ocelotl están perfectamente alineados con la luz solar para que durante el solsticio de invierno, cuando son alumbrados, nos recuerden a Huitzilopochtli, el gran numen de la guerra con atributos solares.

Dentro de las prácticas bélico-religiosas de este lugar se encuentra el sacrificio humano. Aquí hay un edificio que parece haber sido el escenario de los llamados "Sacrificios Gladiatorios"que consistía en tener a un guerrero cautivo con un pie atado al centro, armado con un mazo con plumas. Su contrincante portaba un mazo con navajas de obsidiana. E iniciaba la lucha hasta la muerte. Hay otro edificio con base circular que alguna vez tuvo pinturas en sus muros. Existe una muestra que realizó un arqueólogo donde se pueden ver tres guerreros ataviados para la guerra. Llevan armas como chimallis o escudos, y una cuerda para atar cautivos. Sus cuerpos están pintados con franjas rojas, símbolo del sacrificio y en sus pechos llevan pectorales en forma de mariposa. También hay restos de habitaciones.
Al fondo de la zona se encuentra otro edificio. Aquí había prácticas bélico religiosas que eran practicadas por gente de la elite desde las tres bancas que se encuentran aquí.
Malinalco como ya lo mencioné, es un lugar importantísimo por las características monolíticas de su estructura. Lo más increíble de todo, es pensar que en esa época, a pesar de que los metales, no se utilizaban para crear ni armas ni herramientas, el trabajo arduo de esculpir un cerro con cinceles de andesita, que no deja de ser piedra, habla de la maestría y dedicación de estos hombres arquitectos. No por nada Malinalco es un lugar tan importante en el mundo como lo son Ellora, Elephanta Ajanta, Mamallapuran en la India, Abu Simbel en Egipto, Petra en Jordania, La Tumba del Rey Dario en la antigua Persia, Canus en Grecia y Lalibela en Etiopía.
Para llegar a este lugar, hay que tomar la carretera a Toluca y luego la salida a Chalma, llegando ahí, es sólo cuestión de seguir los letreros y en 10 km llegarán a Malinalco.
No muy lejos de Malinalco, hay un lugar que se llama "Los Diablitos". Se encuentra en un área montañosa que es muy conocida por los habitantes de la región. Por los gestos y forma de la gente al explicarme cómo llegar, me pude percatar que es un lugar al que le guardan respeto sino es que temor. Un señor dijo que si queríamos quedarnos ahí, teníamos que pedirle permiso a los Diablitos. También dijo que no era prudente ir de noche, pues mucha gente ha tenido encuentros con el Señor de la Tinieblas. ¿Será cierto? Según entiendo por lo que vi, se le llama así por la forma de unas pinturas rupestres que parecen Diablitos. Aunque hay algo más. El viento sopla de manera extraña y en momentos específicos.




Lo más impactante es la forma de esta roca. Si la observan bien y ven lo que yo, se darán cuenta de lo que hablo....

lunes, febrero 05, 2007

Los glifos perdidos.

Mi buen amigo Joseph dice siempre, "Con Oscar puedes estar seguro de que nunca vas a sufrir un accidente en auto, el problema es que generalmente no sabe hacia donde va". Siempre pensé que esa pequeña característica era un tanto negativa, digo, si tomamos en cuenta que a cualquier viaje hay que agregarle unos 30 ó 40 minutos extras. Y bueno, cuando fui a Ixmiquilpan no fue la excepción. La carretera en la que iba me llevaba ¡¡¡a Querétaro!!! El lado contrario a mi destino. Después de un buen rato me di vuelta de y empecé desde Ixmi. Y en fin, algo interesante surgió de todo eso. Me percaté de un letrero que decía "Pinturas Rupestres", como era alrededor de las 20:00 hrs. pues no pude hacer más que pasarlo y pensé en regresar algún día.
A principios de enero regresé a trabajar a Tula. Así que en mi primer fin de semana allá, o sea el domingo 7, salí en busca de esa señal que vi gracias a la vuelta incorrecta que di.
Emprendí al camino hacia Ixmiquilpan, pues fue ahí donde todo empezó. Llegué sin trabajo allá, y usando las imágenes en mi memoria me encaminé por la misma carretera en la que estaba cuando me perdí. La actividad era mayor. Un buen número de autos y un número aún mayor de autobuses y camiones de carga que como ancianos sin bastón andaban con trote lento, parecía que a cada paso que daban sus articulaciones les mandaban choques de dolor. Entorpecido el paso por ellos, el calor se intensificaba. Grandes gotas de sudor recorrían mi frente y el pavimento parecía brillar con los espejismos típicos de los días soleados.
Anduve como una hora. Trataba de recordar dónde había visto la señalización, cuando por el rabillo del ojo vi un letrero que decía, pinturas rupestres, lo pasé, más adelante me regresé.
Junto al letrero se extendía una carretera empedrada que daba vuelta en algún momento y pasaba junto a una enorme casona. Poco a poco avancé con mucho tiento, pues no sabía si estaba en propiedad privada, y no quería encontrar a algún ranchero iracundo con rifle en mano. Más adelante había una serie de casas las cuales dejaban en claro que se trataba de un pueblito o de una colonia. Le pregunté a una mina oriunda que pasaba por ahí si sabía cómo llegar a las pinturas y lo explicó, también mencionó el nombre de un lugar, que en ese momento no entendí muy bien. Ahora sé que se refería a Dantzibojay en el municipio de Hichapan, Hidalgo, de donde era oriundo Julián Villagrán y su hijo que fueron insurgentes en la guerra de Independencia. En seguida, pasé junto a un tío con los ojos desorbitados y medio perdidos, comía un pedazo de pan y dejaba migajas caer de su boca. Le pregunté lo mismo y su respuesta fue "¿Para qué?" le dije que para verlas y preguntó que para qué quería verlas, mmm, mi abuela lo hubiera llamado retrasado o tarado. Continué y pregunté una vez más, está vez a un tío vivaracho unos pasos adelante, me dijo que no sabía y me mandó con un viejito que se encontraba unos pasos adelante. Me acerqué y vi a dos señores, uno de unos 70 años y el otro de unos 50. Les pregunté y, el de 50 dijo que el otro me podía llevar pero que le diera un aventón a su pueblo. Acepté, se despidieron y el señor se subió al auto con mucho trabajo. En el camino me platicó que en ocasiones pasadas ya había llevado a otras personas a las pinturas. Al llegar a cierto punto, señaló un árbol y me explicó cómo llegar a ellas. No dejé que se bajara y en vez ofrecí llevarlo hasta su rancho, con mucha reticencia aceptó. Camino de regreso me preguntaba cómo era posible que caminara tanto el señor. En auto fueron casi 10 minutos desde que lo subí.
Estacioné el auto y empecé a caminar hacia donde me había indicado el señor. Curiosamente me había imaginado un lugar turístico. Nada de eso encontré. Estaba en medio de apantles y parcelas, es decir de la nada. La idea del ranchero armado y fúrico asaltó mi mente de nuevo. No encontré más que el silencio y el deslumbrante calor solar. De vez en cuando se escuchaba el andar de algún camión que indicaba que no me había alejado mucho de la carretera.Un cañón de tamaño mediano se extendía enfrente de mi vista. Mis ojos buscaban huellas de las pinturas pero no las encontraba por ningún lado. Estudié el terreno y descendí por entre las rocas, algunas de tamaño colosal. Llegué al fondo de una especie de cuerpo acuático. A mis oídos llegaba el sonido del agua corriente, el incesar caer de chorros de agua por entre las rocas, escuché también como caían al agua con gran estrépito lo que a mi parecer eran ranas o sapos. El sol mandaba sus rayos más potentes para poner en prueba mi resistencia. Y entre un ruido y otro como fondo, sólo imperaba el silencio que un lugar desolado e inhóspito como ese puede producir. Al no encontrar lo que buscaba pensé que había errado el camino y me preguntaba mientras caminaba si habría tomado la ruta correcta. Sin darme cuenta por estar inmerso en mis propias cavilaciones subí por las rocas del lado contrario al que bajé y delante de mí se extendía un enorme cañón de forma irregular que se tornaba hacia la derecha hasta perderse de vista. Me acerqué con cierta duda a cada paso. No sabía si iba a encontrar algo o si el camino a seguir pudiera requerir equipo especial. Unos pasos más adelante me di cuenta de que no requeriría más que harta paciencia. Las rocas eran inmensas por este lado también. A lo lejos vi lo que parecía una torre pintada en el muro del cañón. Unos arbustos no permitían que la viera del todo bien, y fue en ese momento que decidí bajar, fuera como fuera. Comencé poco a poco a descender por entre las rocas, calculando no caer ni atorar me en las ramas con espinas o cactáceas del lugar, sabía que no había lugar a accidentes pues estaba completamente solo en un paraje lejano a todo y todos. A mi paso fui encontrando lo que buscaba. Justo donde recargué mi mano para apoyarme al descender me topé con varios glifos pintados en la roca. Mis ojos salieron de sus órbitas al verlos.
Continué y en el muro más lejano vi más. Éstos eran más difíciles de apreciar por la distancia, y para llegar a ellos sí hubiera necesitado equipo especial.
Así que los admiré tanto como pude y me dirigí hacia el otro muro donde vi la especie de torre. Estaba a unos pasos de ella así que pude admirar su figura.

Me quedé un rato más pensando qué otros secretos habría por descubrir pero también sabía que mientras más tarde se hiciera más difícil sería encontrar el camino de regreso al auto y luego a casa. Así que no me quedó otra más que emprender el tornaviaje, el cual se complico un poco pues me confundí y ya no encontraba el lugar por el cual había llegado. Tomé una ruta alterna por entre las rocas y los nopales, eso implicó arrastrarse un poco y caminar en cuclillas a ratos, para evitar las espinas. Finalmente encontré el camino y llegué hasta el auto.

Meditabundo mientras manejaba de vuelta a Tula, me di cuenta que como había dicho el viejito del aventón, todas las peñas y cerros del lugar estaban llenas de glifos y pinturas. El estudiar y organizar todas ellas se llevaría mucho tiempo y dinero. Y nadie va a poner ese dinero.

Por lo visto, Hichapan tiene muchos tesoros escondidos. A la fecha no sé qué representen estos glifos y tal vez nunca lo sepa. Sólo sé que es uno de los grandes tesoros de nuestro país y están ahí, expuestos al visitante que se atreva ya por interés ya por la razón que sea, a visitarlos como yo lo hice en ese día que se volvió una gran experiencia en mi vida.