viernes, febrero 13, 2015

Tláloc y su monte, 2a parte.

La primera vez que visité al Monte Tláloc fue en abril del año pasado. Aquella vez fue una experiencia interesante por que no tenía idea de la existencia de los restos arqueológicos en la cima de la montaña. Descubrirlos fue una sorpresa inesperada y si a eso le sumamos la vista impresionante desde ese lugar, no hay palabras, sólo se puede vivir para saber lo que uno trata de expresar.
 
La razón por la que fui aquella vez, fue por que mi amiga Erika me platicó de un fenómeno óptico llamado “La Montaña Fantasma”, el cual sólo pasa ciertos días de febrero. Desde entonces me quedé con las ganas de estar ahí en el momento en el que sale el sol, para poder ver este fenómeno con mis propios ojos.

Pues este año sucedió y fui testigo presencial de algo que jamás hubiera imaginado existe.

 
El sábado 7 por la mañana salimos del D.F. en dirección a Texcoco donde se había acordado reunirnos con un grupo de amigos que suben en bici al Monte Tláloc. Es una hazaña que requiere muchas ganas y gusto por la aventura ciclista pues saliendo a las 10:00 a.m. llegan a la zona de campamento entre las 4 y 8 de la noche, dependiendo de la experiencia y condición que tenga cada uno de los ciclistas.
Nosotros no subimos en bici sino en auto. Íbamos 4 personas, Erika, su hermano Luis, quienes ya habían ido el año anterior en bici, un amigo de ellos, Paco, y por supuesto, yo. Llevábamos demasiadas cosas y apenas si cabían ellos dos en la parte trasera.
Llegamos al sitio acordado como a eso de las 9 y cacho y esperamos hasta que todos estuvieran listos para partir.
 

Minutos más tarde estábamos en una fila de 4 automóviles, una camioneta que llevaba todas las mochilas, casas de campaña y comida de los ciclistas, otra más, un Jeep rojo y nosotros. Recorrimos algunas calles para llegar a la que nos iba a llevar a la cima. Dando vuelta en la última calle antes de iniciar la terracería,  ya se veían filas inmensas de gente que cargando todas sus cosas a lomo pelón, subirían a golpe de calcetín, es decir a pie.
 

Seguimos de frente en esta última calle que sube hasta el monte cuando el Jeep se detuvo de la nada y no subió más, como yo perdí velocidad el auto se patinó y tampoco subió, ese fue el primero de varios incidentes similares a lo largo del camino, los cuales hicieron el viaje más divertido y estresante.

Cuando finalmente el del Jeep logró sacarlo del embrollo en el que se metió, me acerqué a él y le propuse que subiéramos por otra calle más adelante. Manejamos hacia allá y subimos sin ningún problema, siempre rodeados de caminantes en ambos lados.

Varios metros después volvimos a sufrir otro incidente, el auto se atascó en un hoyo del cual salimos rápido. Como el Jeep no venía atrás, decidimos seguir nuestro camino y no esperarlo más pues sólo nos haría perder el tiempo.

Buena música, charla, y hartas referencias a los Simpsons comprendían el ambiente  dentro del auto, algo que fue constante durante todo el viaje, a pesar de los incidentes. Llevábamos buen ritmo hasta que llegamos a una zona empinada y llena de lodo que provocó que el auto se patinara sin poder subir más. Nos bajamos, estudiamos la situación, me volví a subir, lo empujaron mientras trataba de desatascarlo y lo logramos, unos metros más adelante se subieron de nuevo y continuamos el camino.
 

Seguimos sin ningún problema hasta que llegamos a una pendiente que tenía mucha piedra suelta así que una vez más el auto tuvo problemas para subir, no hubo purrún, simplemente se bajaron todos, el auto estaba muy pesado, y subí sin broncas. De nuevo lo abordaron y continuamos hasta la zona donde se tenía que dejar a los autos.

Cuando llegamos había varios vehículos estacionados ahí, entre ellos una ambulancia, una camioneta de la policía, otra de bomberos, etc. El año pasado no hubo nada de eso, al parecer este año quisieron tener una mejor organización y lo lograron. Con la guía de los policías se designó un lugar para estacionar el auto y una vez hecho ésto, la aventura realmente comenzó.

 
Según me cuentan el año pasado hizo mucho frío así que el número de cobijas fue el doble o triple. Del auto a la zona de campamento se caminaba por una pendiente pequeña y ya se veían algunas casas de campaña levantadas al rededor. Fueron necesarios varios viajes para lograr sacar todo lo que llevábamos. Levantamos dos casas y una vez terminada esta tarea, nos preparamos para comer algo. Sopa maruchan y unas pechugas pre cocidas fueron el menú del día. Ya para este momento daban las 4 de la tarde y el clima aún estaba aceptablemente fresco. Mientras comíamos y platicábamos una chica que era parte del proyecto Tláloc del INAH, pasaba de casa en casa para que nos registráramos y así ellos pudieran llevar un mejor control y conteo del número de personas que visitaron el lugar.

 
La gente seguía llegando y ya se veían casas por todos lados, gente caminando con sus mochilas al hombro, otros se internaban en el bosque y regresaban con sendas ramas y troncos que cortaban con hachas para hacer fogatas, el olor a comida y humo deambulaba en el aire, música aquí y allá, voces y gritos de júbilo, todo se había convertido es una gran fiesta dividida en pequeños grupos.Todos esperábamos que terminara el día para poder ver el fenómeno que logró reunirnos a todos. Pero antes de eso, teníamos que ver el atardecer.

Ya como a las 5:30 Erika y yo decidimos subir a la zona arqueológica para poder apreciar la puesta del Astro Sol. El año anterior como ella llegó en bici ya después de las 8, no lo vio, así que ésta sería la primera vez tanto para ella como para mí. Subimos despacio, es un poco menos de un kilómetro  por recorrer hasta el área del basamento llamado Tlalocan. Se camina por un sendero que fue el mismo que usaron los Aztecas hace más de 475 años, así que es muy importante mantenerlo en buen estado y no salir de él en ningún momento. Los otros campistas también subían y quedaba en claro que en ese momento no importaba condición social ni nada, pues gente de diferentes raleas hacía fila para poder ver la puesta del Astro Sol.

Ya en campo abierto, donde no había mas árboles ni rocas que impidieran el paso del viento, la temperatura era más fría, pero aún tolerable. Seguimos, varios pasos más. Ya se distinguían algunas zonas blancas que sobresalían del negro y verde del terreno, era hielo. Ya se veían personas trepadas en los muros de la calzada que lleva a lo otrora fuera el basamento del Tlalocan.

 
La decisión fue fácil, no caminar hacia la multitud y buscar un lugar menos lleno de gente. A la derecha de la calzada se encuentran una piedras grandes y ahí fue donde nos quedamos a esperar. El silencio se rompía con las voces de la gente, el ruido que hace el viento al estrellarse en tus oídos y el sonido claro y distante de un caracol. La atmósfera de paz estaba ahí. La vista, impresionate. Del lado izquierdo estaban los volcanes enamorados, Iztaccíhuatl y su guerrero Popocatéptl, ella cubierta de nieve y a sus faldas el bosque inmenso, él, echando fumarolas junto a su amada, de frente, el bosque cubierto de sombras, la Cd. de México en la distancia, el lago de Texcoco que parecía flotar en el espacio.

 
Poco a poco el Numen solar descendía de su imperial trono en las alturas, las sombras se volvían más intensas, todo se teñía de color rojizo y el viento se sentía más frío. Los volcanes eran más fáciles de discernir mientras la luz alrededor de ellos desaparecía. El frío era más intenso.

Unos gritaban, el caracol sonaba, otros cantaban y la temperatura bajaba. El numen solar desaparecía en el horizonte y el cielo rojizo era todo lo que quedaba así como la paz que sólo ese momento puede traer. Nada importaba, ni el frío que en ese momento era muy intenso, calaba los huesos como dicen, ni la poca luz que quedaba aunque aún suficiente para regresar al campamento.
Con un buen sabor de boca, caminamos de regreso al campamento por una vereda diferente a la otra por donde llegamos. Aquí el frío era menos pues estaba como en una especie de cañón y las paredes de las rocas impedían lo extremo del viento.
Cuando llegamos al campamento, Luis y Paco estaban parados junto a otras personas en frente de una gran fogata. Las señoras que estaban ahí nos dieron a probar té de manzana, té de una hoja llamada "muitle" y chocolate que prepararon ahí. Después nos fuimos con los que habían llegado en bici pues ya tenían gran fiesta y una buena fogata así como harta comida. Estuvimos con ellos un buen rato y ya como eso de las 9:30 decidimos irnos a acostar pues teníamos que salir a las 4:30 a.m. del día siguiente.