lunes, noviembre 18, 2013

Los volcanes y una musa.

Una vez más los caminos me llevaron de regreso al apasible pueblito de Amecameca en el Estado de México. En estas fechas aún se puede llegar sin problema por que ya una vez que inicie la 2a mitad de noviembre será imposible pues la gente se amontona para ir a cortar árboles "de navidad".


La razón principal para visitar Amecameca es una ex hacienda que se encuentra ahí. Esta ex hacienda se ha hecho famosa debido a un personaje novohispano que se ha convertido en una de las mujeres más célebres del México colonial al igual que el moderno y no puede ser nadie más que la tan admirada poetiza mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1648 - 1695) quien aunque no nació ahí sino en San Miguel Nepantla, que está muy cerca, vivió su infancia en esa hacienda.


La hacienda fue dada como trofeo-premio a Pedro Paez Izital en 1534 por su participación en la conquista. La construcción original ya no se puede ver. El casco y el edificio en sí data del siglo XVII que es la época en la que vivió El Fénix de México. La gente que lleva la Hacienda y el parque entero han explotado este dato y han hecho de la Hacienda la "casa cuna" de Sor Juana aunque ella sólo vivió ahí unos años y después no tuvo más impacto en ella. Sin embargo, es la figura central del recorrido del museo que se le dedica.



Pero tratemos de dar un paseo por este lugar que no sólo ofrece la visita al museo sino otras atracciones más.

La taquilla ofrece varios paquetes que incluyen diferentes actividades desde la visita al museo, la alimentación de animales hasta pequeños talleres donde se puede aprender a hacer queso, recrear un volcán y cosas así, e incluso una visita a un laberinto tipo inglés. También se da servicio de restaurante y hay un hotel.

Obviamente la atracción principal es la ex Hacienda y su recorrido por 15 habitaciones y una capilla donde a lo largo del trayecto se narra la vida de Sor Juana por guías que demuestran con harto orgullo el honor de compartir la historia de esta mujer con el público que visita, exaltan su nombre y la llaman la primera mujer feminista. 






Una vez terminado dicho recorrido se pasa a otro museo que difiere bastante del anterior. Éste es el Museo Internacional de los Volcanes, donde a través de imágenes y una recreación del corazón del mísmiso Don Goyo, se le advierte al visitante que no le tenga miedo al volcán pues por el hecho de echar fumarolas no crea presión en su interior, es decir se desahoga y ésto significa que si alguna catastrofe ocurriera, no sería tan seria. También quieren dar a conocer la riqueza natural de estos lugares y que la gente aprenda a conservarla.

Junto a estos museos se encuentra un espacio abierto cercado por varios árboles al que le llaman El Paseo Encantado de Juna Inés. No está comprobado que ella caminó por este lugar ni que le ayudo a inspirarla en sus escritos pero a ellos les gusta pensar que sí.

Ya cambiando de aire se puede visitar el zoológico que cuenta con varios animales que pueden ser alimentados por los chilpayates de los visitantes. Hay animales comunes como vacas y chivos, algunos tipos de gallinas, patos, gansos, cabras, llamas e incluso un camello y emúes. El alimento se adquiere en la entrada del zoológico. 









Se puede pasear en una lancha de pedales si se compra el paquete más caro al igual que un viaje por tirolesa y la aventura de recorrer un laberinto en tan sólo 30 min. Entrar a un aviario, un espectáculo de aves donde las hacen volar sobre la gente y las pobres están todas estresadas...







La ex hacienda de Panoaya es un buen lugar para pasar un día entretenido y activo. Es ideal para los niños, casi todo está dirigido a ellos, y también para adultos. No está lejos del D.F. y tiene fácil acceso.


Igual y después de visitar este lugar les quedan ganas de ir al centro de Amecameca donde hay otras cosas que ver. ¡Ah! Y también hay que ir a Nepantla donde un pequeño centro cultural que resguarda los restos de lo que otrora fue la casa donde nació la "Décima Musa". Vayan y me cuentan.


  

sábado, junio 01, 2013

Ex Convento de Culhuacán

El Ex convento de Culhuacán, como su nombre lo indica se encuentra en esa localidad a las faldas del Cerro de la Estrella.
Este lugar que ha sido habitado desde 300 a.c guarda entre sus calles maltrechas las ruinas de este hermoso ex Convento.
Sus ruinas ahora restauradas se levantan del piso malforme y se acompaña de los pasos de transeúntes, autos y el metro.



Se comparte su historia con muchos, sino es que todos los otros conventos que en otrora funcionaran como centros de evangelización y enseñanza de artes y otros oficios. Al termino de la conquista la orden de San Agustín en su tarea evangelizadora construye este hermoso edificio dedicado a San Juan Evangelista.



Ahora se usa como museo y se puede recorrer y caminar por pasillos sombríos que deleitan al visitante con sus impresionantes murales al fresco realizados en los siglos XVI-XVIII con representaciones de la vida de Cristo y actividades de la orden, así como unos marcos majestuosos de estilo barroco, como se ve en las imágenes siguientes.


Desde su construcción en el siglo XVI hasta el año de 1756 funcionó este convento, y de ahí fue de casa parroquial  a sede de mayordomía, vivienda y hasta cuartel general zapatista.

En 1944 es declarado monumento histórico y es entonces que comienza su restauración después de haber sufrido largos años de abandono y el horrendo deterioro que con ésto llega.


Durante los trabajos de restauración del ex convento se encontraron diversos objetos de origen prehispánico lo que no es de extrañar pues Culhuacán fue un centro importantísimo en Mesoamérica ya por sus orígenes y leyendas de las cuales la más importante es la de Mixcóatl, un guerrero que comadaba a los toltecas y quien se enamoró de una doncella de nombre Chimalli. Después de varios intentos finalmente logró que Chimalli le hiciera caso y así es como ella da a luz a Quetzalcóatl. Mixcoátl muere en batalla y años después Chimalli pide a Quetzalcóatl que lo vengue, lo cual logra. Quetzalcóatl encuentra los restos de su padre y los entierra al pie del Cerro de la Estrella.



Los mismísimos mexicas buscaban ese linaje culto y sagrado y es por eso que Acamapichtli quien era portador de sangre culhua y mexica, se convierte en gran Tlatoani (gobernante) de la gran Tenochtitlan.


De lo más sobresaliente se encuentra su claustro bajo de traza cuadrangular y delimitada por arcos de reminiscencia románica y columnas de cantera.
Sus pasillos conducían a la cocina los baños y el comedor también llamado refectorio.



En el vestíbulo se ve la figura de San Agustín protegiendo a representantes de la orden.

De ahí se llega a la sala de Profundis que estaba decorada para celebrar actos religiosos caracterizados por cantos en latín sin acompañamiento musical. 





En dos esquinas se encuentran murales muy originales que pueden ser representaciones de paisajes de la época obviamente realizados por manos expertas como eran las de los pintores otrora llamados Tlacuilos, nativos del lugar.
También se pueden ver los restos de la iglesia original, parte de los muros, las bases de las columnas que sostenían el techo, los confesionarios y la muy austera fachada que da al panteón vecinal.

En el claustro alto se encuentran los frescos que le dan fama a este recinto. Este claustro era utilizado solamente por los miembros de la orden y eso quedó plasmado en sus murales de estilo plateresco y renacentista.







Ahora como museo de sitio sigue en cierta forma cumpliendo con el objetivo que se le dio en otra época pues continúa siendo un  medio de aprendizaje y aún cuando sus murales ya no se iluminan a la luz de vela, ni conservan las imágenes su claridad original aún es sin duda alguna un lugar lleno de misticismo y enseñanaza.


La gente organiza ferias y fiestas a los costados de este bello ex convento y se reune al rededor de un ojo de agua que en otra época fue muy importante en la comunidad.




Hay que darse una vuelta por este museo para darse una idea de su belleza e importancia. Desgraciadamente no tiene mucha difusión y estoy seguro que muchos ni enterados están de su existencia.