martes, noviembre 21, 2006

Actopan.

Cuando uno sale de viaje lo primero que se hace es planear todos los detalles de éste. Lo ideal es tener todo cubierto para que ninguna cortapisa estropeé la diversión. Sin embargo, las más veces nada sucede como planeado y siempre hay de dos, o el viaje es un desastre o es todo un éxito. Tula no fue la excepción. El domingo salímos (allá conocí a Ale, una tapatía muy simpática que es "la onda") a recorrer la zona arqueológica. Para todo ésto, ni idea teníamos del dichoso cambio de horario, ergo andábamos una hora atrasados y nosotros ni enterados. En la central que está en el centro de Tula, un oficial nos dijo qué autobús abordar para llegar a la zona. Así lo hicimos, nos sentamos y la aventura comenzó.
Pasaron los primeros 5 minutos de viaje y no había señal de la zona, eso me pareeció un tanto extraño. Me relajé ya por los comentarios de Ale sobre el paisaje, ya por el hecho de que sentía estar de vacaciones. Pasaron 10 minutos y nada. Kilómetros más adelante me cayó el veinte de que estábamos muy lejos de la zona, y como no nos podíamos regresar, decidimos continuar hasta el destino final del autobús: Actopan.
Actopan deriva de la palabra otomí, "atoctl" que significa "tierra gruesa húmeda y fértil" y "pan" "en o sobre", y ésto es "sobre la tierra gruesa, húmeda y fértil". Este pueblito es muy conocido por sus bordados hechos a "punto de cruz" y "deshilado", al igual que la práctica de la cestería y la talabartería.

Sus platillos típicos le dan renombre por igual. Uno de ellos se llama "ximbo" y está hecho a base de nopales acompañados con carne de pollo; también hay "chinicuiles" que son parásitos del maguey, y escamoles que son larvas de hormiga negra, en fase de ninfas.
Debido a lo inesperado del viaje, no tuve la oportunidad de probar ninguno de esos suculentos platillos de traza internacional.
Caminamos por la calle donde nos dejó el camión hasta llegar al centro donde una plaza con un quiosco en medio de unas jardineras y pasillos, revelaba los pequeños atractivos del lugar. Gente a pie en todas direcciones que ahí deambulaba ya en un paseo dominical, ya en una salida en busca de comida o cualquier otro tipo de lance. Y a un costado de la plaza, el edificio que visitamos ese día; el "TEMPLO Y EX CONVENTO DE SAN NICOLÁS TOLENTINO". Cruzamos la calle y entramos a una especie de callejuela que nos llevaba al frente del convento. Antes de dirijirnos a él, hicimos una pequeña escala a un costado de éste donde vimos una "Capilla Abierta". Seguro estoy, que todos los lectores aunque sea una vez

en su vida han pisado alguna de la tantas zonas arqueológicas en nuestro país. Todas ellas tienen grandes centros ceremoniales, donde se llevaban a cabo rituales, danzas, y por supuesto, inmolaciones humanas por los antiguos pobladores del país que muy acostumbrados estaban a llevarlas a cabo al aire libre; ergo, harto trabajo costóles a los españoles convencerlos de entrar a las grandes iglesias, ya que los nativos tenían por idea que los techos se derrumbarían en sus cabezas, y es por eso que crearon este tipo de capillas. Y dicha argúcia funcionó. La capilla, de cañón corrido y arco de medio punto, tiene imágenes del infierno que ilustran muy descriptivamente, los diferentes castigos que sufren los pecadores si no siguen la palabra de Dios y como objetivo la evangelización de los nativos prehispánicos. Después de admirar las imágenes tortuosas del averno, fuimos al frente del templo, por lo cual nos pudimos percatar que era una construcción del siglo XVI, de estilo plateresco. El templo fue fundado en 1550 por San Nicolás de Tolentino. Enseguida, caminamos al interior para admirar su bóveda con toques de estilo mudéjar. Se aprecian las nervaduras en la bóveda.

La luz del día entraba por las ventanas mientras la misa llegaba a su fin. Parecía como si Dios mismo le comunicaba al padre terminar con bien. El humo del incienso se iluminaba al estrellarse con la luz, por lo cual no pude evitar captarlo en una fotografía.

El recorrido en el interior, nos condujo a una pequeña puerta que daba a una habitación contigua. Una capilla. En una parte de ésta, se encontraba una enorme fila que daba en una pila con agua bendita. La gente se agolpaba para zambutir sus manos o dedos en esta agua purificada y persignarse la frente. La decoración en el muro del fondo era muy bella, con santos y nubes sobre un cielo azul.

Regresamos al templo y al salir caminamos hacia el ex convento. Cruzamos unos arcos de medio punto con una bóveda de cañón y pinturas al fresco en su interior. Se entra no sin pagar una módica cantidad, aunque como era domingo, la entrada era de a "grapa".

Al llegar al patio aparecen unos arcos ojivales que sostienen una bóveda de nervaduras. Y en medio, una fuente para que uno arroje monedas en ella mientras se pide un deseo.

Inmediatamente después llegamos a lo que una vez fue el comedor. La decoración en el techo es verdaderamente asombrosa. Se aprecian distintos diseños en unos orificios en la bóveda, cuyos colores y formas le dan un toque distinto a otras. No había visto una como esa.

Al final del pasillo se llega a lo que fue la huerta del convento. Hay una escalinata muy bella que divide dos fosas llenas de agua, y que lleva a un pasillo que conecta con otros interiores donde estaban las celdas de los habitantes del convento. El techo de viguería y los arcos de medio punto le dan un toque muy galano a este lugar, al igual que las ventanas estilo ojo de buey que permiten admirar otras partes del convento.

Las celdas como en cualquier otro convento son cuartos suficientemente grandes para tener un camastro, una mesa y un baúl para guardar los hábitos y ropas del monje. Generalmente tienen decoraciones en los muros con imágenes sacras, relacionadas a pasajes biblícos. Se puede apreciar una especie de banqueta junto a la ventana que invita a la meditación en esos días cuando el mundo se ve gris. Los pasillos son oscuros y lugúbres de día, de noche, doblemente lugúbres.
En lo que fuera el claustro se encuentra el museo de arte religioso que exhibe obras artísticas de la época colonial y del siglo XIX. Sobresalen pinturas al oleo de los siglos XVIII y XIX, con un carácter meramente religioso, enmarcadas en madera brillante y estofada, así como estofadas son algunas de las estatuas del lugar.

Al descender por la escalinata al final del pasillo se observa la pintura mural que como si hubiera sido un palacio florentino, engalana los muros y techo de este pequeño cuarto. y como es de esperarse las imágenes tienen una orientación religiosa, aunque eso no les quita su belleza.

En la planta de abajo, regresamos al comedor y entramos a lo que fue la cocina donde se ve un ventanal con un ojo de buey, y a un costado una gran chimenea donde hay muros enegrecidos por el humo que una vez salió de ella.

En sí, todo el conjunto conventual es un lugar místico y atractivo sobremanera para todo aquél que como yo, adora este tipo de estructuras arquitectónicas de nuestro pasado.

Mientras regresábamos por donde habíamos llegado la plaza poco a poco se quedaba atrás y la calle del camión se veía adelante no como señal de que la aventura se había acabado, sino de que apenas iba a la mitad, ya que ese mismo día, visitamos Tula, de la cual ya hablé en la entrada pasada.

Actopan, a pesar de ser un lugar muy pequeño, no deja de ser clave en el recorrido del estado de Hidalgo y a sólo una hora (más o menos) de Pachuca, es una opción que se puede convertir en una aventura más cualquier día del año.

jueves, noviembre 16, 2006

Tula de Allende una "ciudad" de contradicciones.

Tula significa "Lugar de tules" y es un nombre que proviene de la palabra náhuatl "Tollan" que significa "Junto al tular" y en otomí era conocida como "Namenhi" que significa "Lugar de mucha gente".

Decoración en el Edificio B. Nótese el águila que debora un corazón.

Tula fue fundada por Quetzalcoatl que fue expulsado por los seguidores de Tezcatlipoca. Para el año de 1050 d.C. ya tenía 16 km2 en los cuales se extendían diferentes plazas, edificios públicos, hartas esculturas policromadas y plazas. Los barrios y comunidades asentados al rededor se comunicaban por medio de una complicada red de calzadas.
Fragmento del Coatepantli o Muro de Serpientes. Un Hombre sale de las fauces de la serpiente.
Había una gran abundancia de grupos etnícos como otomíes, probablemente los más abundantes, nonoalcas y chichimecas. Sin embargo es en el transcurrir del siglo XII que La Gran Tollan empieza a decaer para finalmente convertirse en parte del imperio Azteca.
Hay tres momentos importantes en la historia de la zona y éstas son: La fase Corral que va de 800 a 900 d.C., Fase Corral terminal de 900 a 950 y la Fase Tollan de 950 a 1150/1200. Esta acrópolis da una pequeña muestra de la maestría arquitectónica y urbanista del pasado a lo largo de su recorrido que sólo abarca el 6% de lo que una vez fue, desde el "Coatepantli" o muro de serpientes donde se ven a éstas con las fauces abiertas y un esqueleto que sale de ellas, símbolo del
sacrificio, hasta los diferentes palacios como el llamado "Quemado" con columnas que alguna vez soportaron el peso de un techo.

Columnas en el "Palacio Quemado", llamado así por un terrible fuego.

Dos juegos de pelota y por supuesto el Edificio B donde se posan los tan famosos atlantes, ahora íconos importantes de la ciudad moderna. Cabe hacer una breve descripción de estos atlantes colocados en uno de los edificios de mayor importancia en la zona. Originalmente se encontraba cubierto de lápidas con jaguares y coyotes en bajorrelieve de los cuales aún se pueden ver restos.

Monumentales atlantes con posturas serenas y para siempre armados.

Los atlantes con expresiones serenas sostenían un techo de viguería. Tienen una altura de 4,60 mts, simbolizan guerrros ricamente ataviados que portan orejeras rectangulares y en el pecho pectorales en forma de "papálotl" o mariposa, un faldellín y un cinturón anudado en el frente, en la parte posterior tienen un disco solar, están armados con un "átlatl" o lanza dardos en la mano derecha y en la izquierda los dados mismos. Representan a Tlahuizcalpantecutli que es Quetzalcoatl como la estrella de la mañana.

Pero más allá de la zona arqueológica, en el mero Valle del Mezquital, se encuentra Tula de Allende, una pequeña ciudad que goza de las ventajas de la expanción capitalina y sus respectivos servicios como bancos, una tienda departamental (Soriana), avenidas y centros de
atracción turística.

Valle del Mezquital.

La impresión que me llevé de la gente fue buena, en general fueron muy amables, sociables, cálidos. Existe un pequeño deseo de "superación", es decir, dejar de ser de provincia y volverse citadinos, que no puede desarrollarse del todo, pues la gente también es muy conservadora. Por tener contacto con los alumnos, vi que no gustan mucho de pasar desvelos, van a misa los domingos, los lazos familiares son muy fuertes y la gente se conoce una a otra, tienen rostros serenos como atlantes modernos. Todo eso, pienso, es bueno, llevan una vida tranquila sin las histérias ni paranóias que la capital mete en la cabezas de todos nosotros. Obviamente para cualquier persona acostumbrada a la vida de una ciudad como el DF, hay muchas cosas que simplemente causan mella y dejan a uno insatisfecho, una de ellas es la eterna paciencia de los habitantes, para caminar o conducir por ejemplo, no digo que esté mal, es meramente sicológico.

Tula es un lugar pequeño, las cosas están al alcance de todos, incluso es posible caminar de un lado a otro sin miedo a perderse.

Portada del Ex convento de San José.

Hay plazas y muchos edificios del que destaca el ex Convento de San José que data del siglo XVI y presenta una estructura como fortaleza típica de la arquitectura conventual de ese entonces, de una sola nave, con ábside poligonal, muros de mampostería y cantera reforzada por contrafuertes rematados y una bóveda con nervaduras. En el interior se aprecia una franja con escudos franciscanos, monográmas y flores con varios pétalos.

Bóveda con nervaduras. No hay altares laterales.

Hay un quiosco donde se reunen los jóvenes estudiantes para pasar el rato o "echar novio". Por las noches todo está tranquilo y no hay muchas opciones si uno siente hambre, lo más usual es ir a la famosa "Plaza del Taco". Más allá de los confines del centro, está una mini ciudad que francamente puso mucho espanto en mí; Cruz Azul. Este lugar parece salido de una mente dictatorial y comunista. Todo es relacionado a esta marca cementera, avenidas, tiendas, centros de convención y un centro comercial, todos se llaman Cruz Azul. No se puede negar la buena organización unbanística del lugar, pero aún así, ¡¡da miedo!!

Desgraciadamente la modernidad lleva consigo el endemoniado mal de toda ciudad que corroe poco a poco la paz y el estado natural de las cosas, y digo ésto por que esperaba encontrar un lugar más apegado a las tradiciones como el Día de todos los Santos, y no fue así, ¡¡sólo encontré Halloweens por doquier!! Y lo que es peor aún, una tremenda contaminación del lugar.

Paisaje con la Refineria al fondo.
La cementera y la refineria con sus chacoacos o chimeneas que escupen un humo eternamente negro han sido las principales fuentes de este mal. El Río Tula es un andar de aguas negras que emanan miasmas en los días calurosos, aunque la flora que lo rodea es bonita y abundante.

Tula ofrece al visitante un momento contradictorio de paz típica de provincia y la comodidad de la ciudad, pues aunque el número de centros comerciales o cafeterías, no es abundante los servicios necesarios son suficientes y la vida activa de la población se esmera en dar lo mejor de sí, y quién sabe, tal vez en un futuro, Tula alcance el esplendor que una vez tuvo en la época prehispánica...

Un momento en el atrio de la catedral donde la gente se relaja mientras toma el sol.

P.D. Dedico esta entrada a todas las personas en Tula cuyos caminos se encontraron con el mío en mi breve estancia por aquellos lares.