martes, febrero 16, 2010

¡Dale, dale dale...!


Camino a la zona arqueológica de Teotihuacán se encuentra el municipio de Acolman. En la población del mismo nombre, existe uno de los monumentos religiosos más antiguos en México y toda latinoamérica. Desde la carretera se distinguen los muros harto verticales del ex-convento de Acolman, joya de la arquitectura del siglo XVI.


Acolman fue habitado desde tiempos remotos, y sus tierras fueron recorridas por el hombre primitivo en busca de alimento y animales para la casa. Mamutes y hombres se enfrentaron en duelos a muerte y gracias a ello quedó el famoso “hombre de Tepexpan” como testigo de estas batallas hace 11 000 años aproximadamente.


Acolman quiere decir “Hombre con mano o brazo” , como se ve en el escudo con su símbolo prehispánico. Los Acolhuas habitaban esta región y eran tributarios del poderoso reino Azteca.
Después de la llegada de los españoles, Acolman se convirtió en un centro evangelizador de suma importancia. Los monjes agustinos erigieron un convento que sirvió como lugar de enseñanza a todos los naturales de la región y otras más.


Como todos los demás evangelizadores en México, los agustinos destacaron en un intento de llevar a los naturales a una vida contemplativa. El método fue la catequización que se volvió lenta debido a las epidemias, aunque el fin era el bautizmo.


Al enseñarles religión también les intruían en técnicas de arquitectura, agricultura y labranza. A los adultos se les enseñaban diferentes oficios y a los niños, que fueron su mejor herramienta para la catequización, les enseñaban a leer y escribir así como a cantar. Y de entre los mejores se escogían aquellos que participarían en los diferentes coros conventuales.


Acolman de San Agustín se levantó entre los años 1539 y 1560. Su importancia no solamente radica en el hecho de ser uno de los más antiguos centros evangelizadores en América sino en la arquitectura misma de su convento.



Se aprecian almenas en las partes más altas del edificio así como en el muro del atrio.

Estas almenas le daban la imagen de una fortaleza, pues los agustinos se tenían que proteger de los ataques de los naturales y a la vez era una metáfora para engrandecer la fortaleza de la religión. La fachada del convento es de estilo plateresco y sobresalen la belleza de sus columnas y las magníficas decoraciones a gran detalle del friso y arco de la puerta así como en la arquivolta exterior de ésta. Se esculpieron guirnaldas de granadas, uvas, peras, calabazas, y cacao y en las jambas se ven dos grutescos (combinación fantástica hombre-vegetal) que salen de la boca de un carnero y entrelazan granadas y maíz.



En el intradós (que es el interior del arco), se pueden ver varios manjares en platos o bandejas. Hay toda una gran variedad de éstos que va desde panes con costillas de carne, racimos de uvas, melocotones, granadas, peras, manos de ternera, limas, un pavo o gallina acompañado de papas y chile, hasta un pastel de carne o bien dulce. En la arquivolta interior junto a la puerta de acceso a la iglesia, hay platos con fruta y querubines en relieve.



Muchas de estas frutas y platillos no eran conocidos en América, pero al mezclarlos con aquellos que sí lo eran se daba a entender que eran comestibles. Así que los agustinos trataron de atraer a los indígenas a la iglesia a través de alimentos. Los indígenas no estaban acostumbrados a celebrar sus ritos dentro de edificios sino en grandes explanadas, por eso se recurrió a esta estratagema.


Además que muchos de esos productos tienen un significado religioso, por ejemplo la granada es la representación de la iglesia, el fruto mismo es la fe y sus granos la gente. Por ende se le dio el mismo valor simbólico a otros frutos autóctonos como el maíz pues también tiene muchos granos, y al cacao que al igual que la granada representa la perfección divina y el disfrute del alma. La pera se asocia a la dulzura y bondad del señor y al juntar sus semillas con la pulpa, se le relaciona con el útero materno de la santísima Virgen María y por ende a la encarnación. Otro fruto relacionado a María es el limón, pues por su perfume dulce es un símbolo de salvación. La uva que existía en México pero no se consumía también está presente, ya que es de uso común en toda misa. Hay platillos elaborados con peces que es el símbolo de Cristo.


Debajo de la clave del arco superior hay un plato con una ave que podría ser un guajolote acompañado de chile, maíz y papa. Se ve la clara mezcla de productos mexicanos y españoles.



En la clave del arco más próximo a la puerta se encuentra un corazón en seis pequeños platillos, orlado con un resplandor en forma de cruz y dos dardos. El uso del corazón es muy astuto, pues para los antiguos mexicanos tenía una gran importancia ritual y la idea de su consumo simbólico creó cierto cincretismo y se convierte en el alimento-ofrenda al Dios nuevo.


La nave aún conserva restos de retablos de los siglos XVII y XVIII tallados en madera, estofados en hoja de oro. Tienen una decoración vegetal, figuras de personajes celestiales y esculturas de angelitas. En el presbiterio hay restos de pintura mural de sacerdotes y Papas agustinos.










En el año de 1587 el prior Fray Diego de Soria obtuvo del Papa Sixto V una bula para realizar especialmente en esta iglesia, las llamadas Misas de Aguinaldo, y que deberían celebrarse nueve días previos al nacimiento del niño Jesús, del 16 al 24 de diciembre de cada año.

Las misas también tenían una buena planeación, pues era en estas fechas que los antiguos mexicanos hacían fiestas a Huitzilopochtli lo cual les dio una buena oportunidad de cambiarlas con un toque religioso. Éstas fueron las primeras misas que se cantaron en la Nueva España, según cuentan cronistas de la época. De estas misas nacieron lo que ahora conocemos como Posadas y también nuestra tradicional Piñata. Éstas están hechas con una olla de barro que representa la tentación de Satanás a través de los coloridos adornos que lleva. La colación y la fruta representan a los placeres que tientan al hombre, la persona vendada representa a la fe que debe ser ciega y que guíada por el espíritu cristiano derrota al mal al momento de romper la piñata.

En un buen día se recorre este hermoso convento, que encierra en sus muros un museo con muestras de pintura y escultura sacra, además de murales y una tina de baño en uno de los pasillos, pues tenían que bañarse a oscuras ya que tenían prohibido ver cuerpos desnudos incluyendo los suyos.

Vayan, no se van a arrepentir. Queda cerca de la ciudad y es algo que todos debemos conocer y apreciar.

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