lunes, febrero 05, 2007

Los glifos perdidos.

Mi buen amigo Joseph dice siempre, "Con Oscar puedes estar seguro de que nunca vas a sufrir un accidente en auto, el problema es que generalmente no sabe hacia donde va". Siempre pensé que esa pequeña característica era un tanto negativa, digo, si tomamos en cuenta que a cualquier viaje hay que agregarle unos 30 ó 40 minutos extras. Y bueno, cuando fui a Ixmiquilpan no fue la excepción. La carretera en la que iba me llevaba ¡¡¡a Querétaro!!! El lado contrario a mi destino. Después de un buen rato me di vuelta de y empecé desde Ixmi. Y en fin, algo interesante surgió de todo eso. Me percaté de un letrero que decía "Pinturas Rupestres", como era alrededor de las 20:00 hrs. pues no pude hacer más que pasarlo y pensé en regresar algún día.
A principios de enero regresé a trabajar a Tula. Así que en mi primer fin de semana allá, o sea el domingo 7, salí en busca de esa señal que vi gracias a la vuelta incorrecta que di.
Emprendí al camino hacia Ixmiquilpan, pues fue ahí donde todo empezó. Llegué sin trabajo allá, y usando las imágenes en mi memoria me encaminé por la misma carretera en la que estaba cuando me perdí. La actividad era mayor. Un buen número de autos y un número aún mayor de autobuses y camiones de carga que como ancianos sin bastón andaban con trote lento, parecía que a cada paso que daban sus articulaciones les mandaban choques de dolor. Entorpecido el paso por ellos, el calor se intensificaba. Grandes gotas de sudor recorrían mi frente y el pavimento parecía brillar con los espejismos típicos de los días soleados.
Anduve como una hora. Trataba de recordar dónde había visto la señalización, cuando por el rabillo del ojo vi un letrero que decía, pinturas rupestres, lo pasé, más adelante me regresé.
Junto al letrero se extendía una carretera empedrada que daba vuelta en algún momento y pasaba junto a una enorme casona. Poco a poco avancé con mucho tiento, pues no sabía si estaba en propiedad privada, y no quería encontrar a algún ranchero iracundo con rifle en mano. Más adelante había una serie de casas las cuales dejaban en claro que se trataba de un pueblito o de una colonia. Le pregunté a una mina oriunda que pasaba por ahí si sabía cómo llegar a las pinturas y lo explicó, también mencionó el nombre de un lugar, que en ese momento no entendí muy bien. Ahora sé que se refería a Dantzibojay en el municipio de Hichapan, Hidalgo, de donde era oriundo Julián Villagrán y su hijo que fueron insurgentes en la guerra de Independencia. En seguida, pasé junto a un tío con los ojos desorbitados y medio perdidos, comía un pedazo de pan y dejaba migajas caer de su boca. Le pregunté lo mismo y su respuesta fue "¿Para qué?" le dije que para verlas y preguntó que para qué quería verlas, mmm, mi abuela lo hubiera llamado retrasado o tarado. Continué y pregunté una vez más, está vez a un tío vivaracho unos pasos adelante, me dijo que no sabía y me mandó con un viejito que se encontraba unos pasos adelante. Me acerqué y vi a dos señores, uno de unos 70 años y el otro de unos 50. Les pregunté y, el de 50 dijo que el otro me podía llevar pero que le diera un aventón a su pueblo. Acepté, se despidieron y el señor se subió al auto con mucho trabajo. En el camino me platicó que en ocasiones pasadas ya había llevado a otras personas a las pinturas. Al llegar a cierto punto, señaló un árbol y me explicó cómo llegar a ellas. No dejé que se bajara y en vez ofrecí llevarlo hasta su rancho, con mucha reticencia aceptó. Camino de regreso me preguntaba cómo era posible que caminara tanto el señor. En auto fueron casi 10 minutos desde que lo subí.
Estacioné el auto y empecé a caminar hacia donde me había indicado el señor. Curiosamente me había imaginado un lugar turístico. Nada de eso encontré. Estaba en medio de apantles y parcelas, es decir de la nada. La idea del ranchero armado y fúrico asaltó mi mente de nuevo. No encontré más que el silencio y el deslumbrante calor solar. De vez en cuando se escuchaba el andar de algún camión que indicaba que no me había alejado mucho de la carretera.Un cañón de tamaño mediano se extendía enfrente de mi vista. Mis ojos buscaban huellas de las pinturas pero no las encontraba por ningún lado. Estudié el terreno y descendí por entre las rocas, algunas de tamaño colosal. Llegué al fondo de una especie de cuerpo acuático. A mis oídos llegaba el sonido del agua corriente, el incesar caer de chorros de agua por entre las rocas, escuché también como caían al agua con gran estrépito lo que a mi parecer eran ranas o sapos. El sol mandaba sus rayos más potentes para poner en prueba mi resistencia. Y entre un ruido y otro como fondo, sólo imperaba el silencio que un lugar desolado e inhóspito como ese puede producir. Al no encontrar lo que buscaba pensé que había errado el camino y me preguntaba mientras caminaba si habría tomado la ruta correcta. Sin darme cuenta por estar inmerso en mis propias cavilaciones subí por las rocas del lado contrario al que bajé y delante de mí se extendía un enorme cañón de forma irregular que se tornaba hacia la derecha hasta perderse de vista. Me acerqué con cierta duda a cada paso. No sabía si iba a encontrar algo o si el camino a seguir pudiera requerir equipo especial. Unos pasos más adelante me di cuenta de que no requeriría más que harta paciencia. Las rocas eran inmensas por este lado también. A lo lejos vi lo que parecía una torre pintada en el muro del cañón. Unos arbustos no permitían que la viera del todo bien, y fue en ese momento que decidí bajar, fuera como fuera. Comencé poco a poco a descender por entre las rocas, calculando no caer ni atorar me en las ramas con espinas o cactáceas del lugar, sabía que no había lugar a accidentes pues estaba completamente solo en un paraje lejano a todo y todos. A mi paso fui encontrando lo que buscaba. Justo donde recargué mi mano para apoyarme al descender me topé con varios glifos pintados en la roca. Mis ojos salieron de sus órbitas al verlos.
Continué y en el muro más lejano vi más. Éstos eran más difíciles de apreciar por la distancia, y para llegar a ellos sí hubiera necesitado equipo especial.
Así que los admiré tanto como pude y me dirigí hacia el otro muro donde vi la especie de torre. Estaba a unos pasos de ella así que pude admirar su figura.

Me quedé un rato más pensando qué otros secretos habría por descubrir pero también sabía que mientras más tarde se hiciera más difícil sería encontrar el camino de regreso al auto y luego a casa. Así que no me quedó otra más que emprender el tornaviaje, el cual se complico un poco pues me confundí y ya no encontraba el lugar por el cual había llegado. Tomé una ruta alterna por entre las rocas y los nopales, eso implicó arrastrarse un poco y caminar en cuclillas a ratos, para evitar las espinas. Finalmente encontré el camino y llegué hasta el auto.

Meditabundo mientras manejaba de vuelta a Tula, me di cuenta que como había dicho el viejito del aventón, todas las peñas y cerros del lugar estaban llenas de glifos y pinturas. El estudiar y organizar todas ellas se llevaría mucho tiempo y dinero. Y nadie va a poner ese dinero.

Por lo visto, Hichapan tiene muchos tesoros escondidos. A la fecha no sé qué representen estos glifos y tal vez nunca lo sepa. Sólo sé que es uno de los grandes tesoros de nuestro país y están ahí, expuestos al visitante que se atreva ya por interés ya por la razón que sea, a visitarlos como yo lo hice en ese día que se volvió una gran experiencia en mi vida.

3 comentarios:

Licery dijo...

Qué ondón Osgard ;)

Como ya te había comentado en alguna ocasión, me late tu espíritu aventurero, ¡¡¡¡¡ES FASCINANTE!!!!! además la forma en como describes el viaje hace que te transportes de inmediato al lugar de los hechos jajaja, con decirte que conforme iba leyendo iba sientiendo el "stress" (por llamarlo de alguna manera) de no saber el camino exacto para volver al auto y al final del día, la gran satisfacción de haber sido una más de las poquísimas personas que pueden llamarse testigos de la existencia de esas pintura rupestres.

Yo digo que el no saber que camino tomar para llegar a un lugar determinado no es malo, al contrario, "LOS VIAJES ILUSTRAN...." y creo que tú ya lo has comprobado muchas veces.

Gracias mil teacher, por compartir tus aventuras por el mundo con todo el mundo.

PORFIS, CUÍDATE MUCHO, OK.

Anónimo dijo...

Sin palabras... :oI

Pintontli, ahora si me sorprendiste más que otras veces, ya que andabas en mi tierra Huichapan, bueno no exactamente es mía ¿verdad? Pero de ahí vienen mis raíces porque mi abuelita era de ahí.
A pesar de que voy como 1000 veces al año y de que he visto ese letrero que dice "Pinturas Rupestres" un trillón de veces, nunca he ido a verlas, pensaba que a lo mejor era puro invento, que sé yo, pero con tu relato compruebo que no es cierto.
Dejame decirte que la mayoría de los lugares que hay en Huichapan tienen piedras enormes. Te sugiero que si algún día vuelves a regresar por allá, visites "Los Arcos" ¡te va impresionar! Claro que necesitas tener buena condición física ya que la bajada tá güena.
Ahora con esto la próxima vez que vaya a ver a mi familia, que será muy pronto tendré que ir a comprobar todo lo que cuentas.

¡¡Me encanto!!

¡Qué estes bien! Hasta lueguito.

PD. Dile a tu blog que deje de jugar conmigo, jejeje...

Atte. Karina

Anónimo dijo...

Hola otra vez, ya vi que leíste mi comentario anoche y pues estoy aquí de nuevo y es que ya había leído las entradas y te había prometido dejar comentarios sin embargo hasta este fin de semana que tuve tiempo lo estoy haciendo.

Ya le dije a mi hermana que visite tu blog pero se rehúsa je je y vio algunas fotos tuyas y si emitió comentarios que cuando platiquemos en línea te diré, pero en fin.

Te dije en su momento que me hubiera gustado conocer el lugar y te pregunte si habías tomado fotos y me dijiste que si ¡pero nunca me las enviaste! Lo bueno es que si las compartes mediante este espacio y lo mejor, la manera en que narras tu aventura, como siempre si tengo tiempo y quiero trasportarme a algún lugar o aprender algo entonces veo tu blog, ya que en lugar de ver tantas tonterías que existen en internet puedo ilustrarme, como siempre felicidades esta muy padre y ¡es la onda!
Ya sabes quien soy je je